TAREA 2.3 - CARTA A MI MAESTRO
Hola JoseRa:
Hace tiempo que no echamos una tarde compartiendo nuestras preocupaciones y experiencias. Por eso, he sentido la necesidad de escribirte y ponerte al día de mis logros.
Esto te sorprenderá, pues suelo comentarte más mis dificultades y dudas. Pero estoy realizando una formación que me ha puesto delante del espejo con el filtro de logros. Sólo veo eso, aunque se que sigo teniendo muchas áreas de mejora y crecimiento.
Los años en el aula son fundamentales para entenderme a mí mismo como persona. Llegué a la enseñanza muy tempranamente, supliendo tus clases cuando aún estaba en la Facultad, que -por cierto- iban rodadas con los materiales, dinámicas o tareas que tú preparabas. Cuando, más tarde, conseguí mi primer empleo como profesor, aquella experiencia había desarrollado mis habilidades comunicativas y de manejo de grupo, pero a medida que me adentraba en la función docente fui descubriendo que no era mera enseñanza de conocimientos, sino educación. Dos años tardé en darme cuenta de que necesitaba otras experiencias y cambié de registro, como sabes.
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Catorce años anduve enredado por multinacionales españolas, en trabajos administrativos, pero también sindicales y políticos. El compromiso social y el trabajo por mejorar mi entorno, participando en la lucha social por transformar las desigualdades y corregir las injusticias. Esa realidad fue definiendo un nuevo interés hacia la educación, como elemento de cambio. Los logros y fracasos en esas luchas me aportaron múltiples experiencias y criterios que he podido trasladar, posteriormente al aula.
En los finales del siglo XX me embarqué en un proyecto cooperativo de construcción y puesta en marcha de un Centro Educativo. Fue enriquecedor colaborar con tantos compañeros en generar una empresa de economía social y también alentador, pue ello posibilitó mi vuelta a la enseñanza.
En ese retorno pocas cosas me sirvieron de la experiencia anterior -excepto los aprendizajes y criterios obtenidos en las experiencias vividas- pues todo había cambiado (la ley, las programaciones, los recursos didácticos, los alumnos…). Fue todo un reto volver a construir en mis áreas docentes, nuevos procesos de educación.
La perspectiva de 17 años en este último proyecto me hace percibirme como una persona íntegra. La experiencia me ha aportado confianza en mí mismo como comunicador, como artesano de la acción educativo, como experto en el trato con las personas, sobre todo en la edad adolescente.
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Como persona soy una conciencia que gobierna mi existencia tomando decisiones continuamente, buscando la felicidad y plenitud en el contexto de una humanidad solidaria y sensible con los problemas comunes. Lo que se concreta en acciones que comienzan en mi hogar, se extienden en las relaciones sociales y politicas e intentan influir, a través de la colaboración con ONG’s, partidos políticos, asociaciones… en promover cambios en las personas y los problemas.
Como docente he intentado estimular en el aula la conciencia de Humanidad solidaria desde la base, entrenando habilidades de autoconciencia, reflexión y acción en la praxis diaria de las materias y espacios compartidos con los alumnos.
Una experiencia que ha sido enriquecedora y de crecimiento continuo. El aula ha sido el punto de partida para muchas experiencias y aventuras educativas.
A veces he sido sólo un acompañante, una presencia de amistad y compromiso en el tumulto de las crisis personales, dilemas, dolores… un merchandising de la aceptación, una linterna para enfocar fortalezas donde sólo se ven debilidades, fallos, defectos…, un entrenador de la voluntad de superación, un mago de la realidad aumentada, en la que se perciben mejor los pequeños cambios; un aficionado a inclinar el plano, para que se perciba la sensación de avance, un comercial del intercambio de lágrimas, abrazos y sonrisas; un cazador de soledades y niños perdidos que se han quedado en tierra de nadie tras el derrumbe familiar; una rueda de repuesto para aquellos que sufrieron una pérdida; una moneda, un libro, un bocadillo, una canción, o cualquier cosa que pudiera conducir a un intercambio de experiencias; un vulcanólogo fascinado por la fuerza del magma de la vida que todo lo tambalea en la adolescencia; un observador incansable del lento crecimiento fascinado por la belleza de la vida, haciéndose conciencia y valores.
No veo en mí cualidades únicas, porque las reconozco en muchas personas. Son las cualidades que adornan la conducta de todo ser humano que se entrega a la educación. Creo que la más importante es el amor a las personas en sus circunstancias concretas, descubriendo sus fortalezas, debilidades y límites, e impulsando la superación personal, la autonomía y el interés por vivir consciente, libre, responsable y solidariamente su existencia.
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Los alumnos valoran de mí la cercanía y amistad, el sentido del humor, la comunicación y la utilidad de algunos aprendizajes prácticos (coser, hacer la colada, cocinar, interpretar una factura, aprender trámites, etc), así como el debate sobre la actualidad sociopolítica.
He vivido intensamente el aula como lugar de encuentro, reflexión y enriquecimiento mutuo. También como lugar de desencuentro, de apatía, de lucha… Es un entorno hostil donde se desparrama la rebeldía y la irreverencia, donde se cita la mala educación, los malos modos, el desprecio del débil, … en esa lucha del adolescente por encontrar su identidad y construir su persona, aunque sea colisionando con todo.
Es un taller en el que se montan y desmontan todo tipo de experiencias, teorías, ideas, metodologías, éxitos y fracasos, mientras se cocina el proceso de convertirse en persona. Durante mucho tiempo me he sentido bien, como artesano.
Espero que allí donde te encuentres, amigo y mentor, experimentes la satisfacción de haber transmitido tu magisterio a este, tu alumno y aprendiz.
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